Nos encontramos en el pasillo que lleva al dormitorio y algo
sucedió. No sé si en él fue la abertura de mi pijama entre los pechos, o que a
mí me atravesó su mirada sugerente de «¿por qué no?». De repente estaba
adherido a mi espalda y sentí su aliento cálido en la nuca, la humedad de su
boca en el cuello, en los hombros, la irreverente presión entre las nalgas y
esa forma única de volar que aprendimos a la vez. Sí, nos encontramos en el
pasillo de un modo inhumano, lo sé, indigno en dos personas que están a punto
de divorciarse.
Después de esto volver al salón fue volver a la realidad
fría y meditada, una realidad de la que era imposible escapar y aun así,
durante unos segundos, arrullados por el sonido de un televisor que nadie
atendía, nos sostuvimos la mirada. Él me sonrió y dijo:
─ Marta, feliz año nuevo.
Le devolví la sonrisa y, sin más, continuamos nuestra tarea
individual de repartirnos los recuerdos.
Autora: Lydia Cotallo
Blog: Frida
Autora: Lydia Cotallo
Blog: Frida
Tan triste...
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