lunes, 21 de septiembre de 2015

Pisar hojas amarillas

“¿Sabe una mirada que es deseo de alguien? ¿Saben unos labios que otros quieren rozarlos con un beso? ¿Acaso sabe una caricia que es el fuego de una piel que se estremece? En estas ganas estoy rendida sabiéndote lejos. Añora mi cuerpo la llama que se enciende cada vez que te imagina dentro. Morir por la espera, morir lentamente, morir pensándote…”

La mujer leía aquella novela, miraba de vez en cuando la televisión y de cuando en vez, observaba el pecho de su marido, que subía y bajaba a ritmo descompasado. Pasaba la tarde, monótona, entre lectura, película y ronquidos de aquel hombre ya entrado en años, calvo y con un cuerpo deformado por los kilos y los años. Ella continuó  la lectura y apagó el televisor y en ese momento, el hombre se despertó. Miró a su esposa y sonrió.

– Ronco mucho, ¿verdad?

– Un poquito.

– Lo siento…

– Debería estar acostumbrada, pero a este soniquete no se acostumbra una nunca. Pareces un tren llegando a la estación…

– Mi estación está aquí, contigo, por eso ronco así.

La  mujer lo miró y con su mano acarició la cara del  hombre.

– ¿Qué lees? -preguntó él, poniendo su mano en la mano de ella y reteniendo así su caricia.

– Una novela romántica… ¿Me das un beso?- dijo ella de pronto.

– Y mil.

La mujer apretó su boca  contra la del hombre y después perdió su cabeza en el pecho de éste.

– Aun con ronquidos, te quiero.- comentó mientras escuchaba los latidos de su corazón- Quiero leerte algo.

– Como quieras pero yo creía que ahora venía… Es lo que viene cuando hundes tu cabeza en mi pecho.

– Después de que te lea esto.- Sonrió la mujer.

“Todo mi ser sueña con hojas amarillas y con el sonido de esas hojas crujiendo bajo nuestros pies, cuando aún estabas conmigo esos otoños que olían a lluvia. Toda yo imagina tu piel pegada a la mía, la humedad de tu boca regando mis besos y nuestra mirada contemplando los soles de primavera. Recuerdo la arena bajo nuestros pies descalzos, mojándose en el agua del mar y las olas bañando nuestros cuerpos. Los copos de nieve sobre el alfeizar de la ventana, los cristales empañados, la chimenea, nosotros… Tú dentro de mí, yo dentro de ti. Los dos, ambos… Ya no estás, te fuiste, te perdí, te añoré, te lloré. No te olvido y donde quiera que estés, volveré algún día a sentir todo aquello que sentí a tu lado. Pues cuando te despediste me prometiste que ocurriría, que un día volveríamos a estar juntos. Y ahora veo las hojas amarillas, la lluvia, el sol, la arena, el mar, los cristales empañados, la nieve, el vaho, la chimenea… Te veo a ti. Todos y cada uno de los días que pasan, estás en mí. Y te espero, te espero, te espero…”

– Es muy triste.

– Es hermoso- contestó ella-. Ahora sí, ven.

– Tú no me tienes que esperar nunca.

– Lo sé. Tú siempre estás a mi lado y por eso te quiero.

– ¿Aunque  no hayamos pisado jamás hojas amarillas juntos?


– Siempre hay tiempo si hay ganas de pisarlas…



Autora: Aída del pozo

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martes, 1 de septiembre de 2015

Cantantes zombies


 Amo el “Soul”. Para disfrutar del género compré un tocadiscos en una subasta, un antiguo Westinghouse propiedad de Eric Wilson. Eric fue un cantante de cierta relevancia en los años setenta, pero devorado por las deudas acabó de segundón haciendo coros a la sombra de viejas estrellas como, James Brown, Eva Cassidy, Ray Charles, Ella Fitzgerald, o Curtis Mayfield. Nada más llegar a casa estrené el aparato de Eric Wilson con un vinilo de Nina Simone. A los dos días, las manos putrefactas de Nina llamaron a mi puerta. Le colgaba el ojo izquierdo. Se le veía el cráneo. Le faltaba un brazo. Su piel, verdosa. Conservaba algunos dientes y tenía las tripas fuera. Olía a pepinillos en vinagre caducados. Una zombi. Educada, pero zombi. Había salido de su tumba para venir a verme. No me fiaba. Cogí el atizador de la chimenea y le arranqué el brazo que le quedaba de un golpe. La encerré en el cobertizo de mi granja. Su voz había perdido algo de timbre, pero aún era capaz de llegar a las tres octavas y yo soy un fetichista. ¡Tenía el cadáver de Nina Simone en casa! Emocionado por mi hallazgo puse otro disco, esta vez de Otis Redding. Otis intentó entrar rompiéndome una ventana, pero le estaba esperando con mi escopeta de caza. Le volé las piernas a tiros. Tenía un agujero en el estómago provocado por el accidente de avión en el que murió, por lo que su caja de resonancia estaba algo tocada, aunque lo planté sobre la mesa (no tenía piernas, claro) y se marcó unos dúos impresionantes con Nina. Y así pasaron los días, entre zombi y zombi. Llené mi cobertizo de cantantes muertos que venían a mi casa desde todos los puntos del país cada vez que ponía un vinilo en mi tocadiscos. Conseguí domarlos. Me daban conciertos en el salón. Allí no cabía ya ni un alma. Decidí poner el disco de algún autor vivo, a ver qué pasaba. Cogí uno de Eric Wilson, el antiguo propietario del tocadiscos Westinghouse. Debía vivir cerca, porque nada más sonaron los primeros compases, llamó a la puerta con la mirada perdida. Una de mis zombis, Ella Fitzgerald, pareció reconocerlo. Se echó sobre él y le arrancó un trozo de cuello de un bocado. El resto del grupo se acercó al banquete y tuve que asustarles con un soplete para que se alejaran. Es una pena. Eric ya no canta igual, pero tiene buenos bajos. Lo he encadenado junto al tocadiscos. Durante unos días él será el solista. Las estrellas le harán los coros.


Autor: Manu Espada,

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Entrevista al pintor Antonio Tapia: historias dentro de una historia



 «La necesidad de contar algo es como un rumor intenso en el alma»





Su nombre es Antonio Luis Martínez Tapia aunque firma como Antonio Tapia desde que, en 1999, decidió que lo que llenaba su vida era la pintura. Renunció a la relativa seguridad de un trabajo fijo y se dedicó a perseguir su sueño en cuerpo y alma. Éste ha crecido y no sólo pinta, también imparte seminarios y talleres sobre dibujo y pintura en la Comunidad Autónoma de Murcia. Su primera exposición individual, llamada Espacios de Luz, fue presentada en el 2000, apenas un año después de su nuevo bautismo.  La última,  Guardianes de sueños,  se agrupa en cinco temáticas: Duermevela, Obsesión, Pesadilla, Ensueño y Libertad. Es un hermoso cuento narrado a través de cuadros de hiperrealismo mágico, repletos de significado.
«…Desde niños, cuando nuestra mente es de modelable arcilla, nos preparan para vivir dentro de la sociedad. No nos preparan para conocer la estructura, sino para ser una pieza; y la mejor forma es a través de los elementos de juego. Guardianes de sueños plantea la relación entre el niño y el juguete como icono alegre interpuesto entre la realidad futura y la fantasía, como elemento de personalización a través del cual el niño asume como naturales líneas de pensamiento preestablecidas, y que al final conformarán su personalidad y sus actos. Es éste un proyecto basado en juguetes tales como playmobil, madelmans, vaqueros, piratas o soldados, iconos que suponen un recuerdo agradable de la infancia y sirven para prepararnos en el gran juego de la vida…»


1º ¿En qué momento decidiste dedicarte en cuerpo y alma a pintar?

El despertar me llegó tarde, pero la vocación la he tenido siempre. Ya con 25 años retomé la afición por la pintura pero hasta 10 años después no tomé la decisión de dedicarme en cuerpo y alma a la creación. Estando un día trabajando en una empresa, tuve que ir a media tarde a hacer una gestión, cuando salí hacía un sol inmenso que me deslumbró y entonces caí en la cuenta de que hacía mucho tiempo que no veía el sol, mi puesto de trabajo estaba en un despacho con fluorescentes y no tenía ventana. En ese momento lo vi claro debía intentar trabajar en lo que me gustaba al menos una vez en la vida, que tiempo para volver a ser administrativo siempre hay. Eso fue hace 15 años y hasta la fecha, creo que es la mejor decisión que tomé en mi vida, aunque tengo que reconocer que es duro el camino pero el esfuerzo, la ilusión y el apoyo de algunas personas me ha facilitado la cosa.  



2º Me fascina tu exposición Guardianes de Sueños. Los cuadros narran una historia conjunta, y, a la vez, narran la suya propia: una historia dentro de una historia que cuenta otra historia. Como La Historia Interminable de Michael Ende. Pero Ende decía sobre los personajes secundarios que desaparecían «Esa es otra historia y será contada en otra ocasión» y a mí me gustaría que nos contaras la de ellos. ¿Qué historia cuentan tus guardianes de sueños?

Guardianes de Sueños  habla del despertar de la inocencia, de esa experiencia vital en la que pasamos de la feliz inconsciencia del niño que se persona dentro del juego a través de su juguete favorito con el que corre aventuras y aprende roles de comportamiento que más tarde le servirán para la vida. Después de ese despertar, el niño comienza a ver el mundo y la sociedad  de otra manera cuestionándose el valor de lo conocido y la conveniencia o no de seguir lo que le propone la sociedad frente a lo que le propone su instinto.



3º Llevas mucho tiempo con este proyecto

Este proyecto es el producto de 3 años de trabajo. Al principio la necesidad de contar algo es como un rumor intenso en el alma, es una vibración que distorsiona y que no consigues enfocar, y entonces empiezas a pintar los primeros cuadros pero sin una dirección específica pero sí con la certeza de que, aunque no sean los cuadros definitivos, ya se van acercando a la vibración de lo que quieres contar. Poco a poco, haces una serie de tres o cuatro y entonces te das cuenta que podrías complementar la idea primera con otra línea de obras, y empiezas otra serie. Cuando tienes ambas te das cuenta de que les falta un nexo y entonces aparece el cuadro que da sentido y contenido a toda la exposición. Es como una mina, picas en varias partes hasta que encuentras una veta y cuando aparece, sabes que en medio también hay mineral.
   



4º  Los niños son tu público más querido.

Los niños en esta exposición son la base que mantiene la línea argumental de la exposición ya que ésta discurre a lo largo de 5 fases del sueño de un niño que se queda durmiendo en el suelo junto a sus juguetes, convirtiéndose éstos en la iconografía que sirve para explicar otras ideas.

Al ser los muñecos tan populares permite una mejor identificación de los niños con la exposición, pero lo que cuenta no es fácil de entender en una primera lectura, ya que hace referencia al arquetipo de Persona  que Jung definió y que representa la imagen de nosotros que creamos para enfrentarnos al mundo y con la que nos movemos entre los demás.   

Hay distintos niveles de lectura, el más infantil, que es muy atractivo para los niños ya que los muñecos que pueden ver físicamente son los mismos que están dibujados en los cuadros y en muchos casos los tienen en sus casas, eso produce una sensación agradable que les entusiasma generando un recuerdo amable que en el futuro les hará acercarse con cariño a las salas de exposiciones y museos.

Por otro lado, a los adultos, les trae una sensación de añoranza pues muchos de ellos han jugado con esos juguetes y les harán aflorar recuerdos de su niñez.

Finalmente tiene la lectura del autor, que es la que pone en marcha toda esta exposición, con al que intento contar mi experiencia vital, desde que era niño y me cuestionaba mi posicionamiento en la sociedad, cómo ésta me obligaba a aceptar una jerarquía, de tal forma que si no eres la pieza adecuada te quedas fuera y poco a poco vas descubriendo que existe otra forma ilusionante de mirar el mundo donde hay gente como tú que quiere cambiarlo para mejor.    



5º Cuando hablamos en la exposición, me dijiste que, en cierto modo, la sociedad nos ha sumergido en un ensueño como al niño de Guardianes de Sueños. ¿Cómo salir de él?¿Cómo ser uno mismo?

Está claro que esta sociedad nos premia si hacemos lo que nos dice, de tal forma que el sistema está hecho para dar bonificaciones a los que mejor se comportan: mejores trabajos, mejores casas, mejores coches, mejores familias, etc.; siempre y cuando cumplas dentro de las normas que te dan.

El problema aparece si de pronto descubres que para ser feliz no necesitas ninguna de esas cosas y encuentras la felicidad fuera de las bonificaciones y del dinero, si puedes ser feliz sentado a la vera de un río, charlando con los amigos, o comiendo patatas en lugar de caviar y no sigues las normas de competencia infinita con los demás. Hoy día la sociedad premia el egoísmo frente a la generosidad y la apariencia frente a la sinceridad. A mí no me gusta, ¿y a ti?.

Prefiero andar por una playa oliendo el mar con amigos que vivir una experiencia solitaria dentro de un coche insonorizado que huele a flores del bosque desde donde se ve el mundo tras un cristal.


Guardianes de Sueños intenta mirar desde el otro lado al niño que se oculta tras su juguete favorito y que sigue ahí dentro, dormido.



Entrevista realizada por Gema Bocardo.

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jueves, 23 de julio de 2015

Libro recomendado: "El silbido de la serpiente" de Aída del Pozo.



La Asociación Multicultural 'El Arte Eres Tú' recomienda leer "El silbido de la serpiente" de Aída del Pozo.

La sipnosis del libro deja bien claro que es una gran novela;

Llevo años sintiendo que soy un caparazón vacío. Me levanto cada mañana con la necesidad de hacerme con lo que los demás poseen y de lo que yo carezco: ese halo invisible que dota a las personas de sentimientos y distingue a los seres humanos de las bestias. Hace mucho tiempo que llegué a la conclusión de que no tengo alma. ¿Nací sin ella? Quizás la tuve pero me la robaron cuando mi padrastro se metió en mi cama con el tácito consentimiento de mi madre. Sin embargo, Candy, la mujer con la que convivo, se empeña en convencerme de que la poseo. Insiste en que la mía es un alma atormentada y llena de recovecos oscuros y profundos secretos, pero que está atrapada en este cuerpo que ella venera, clamando para que yo deje de creer que tan solo soy una carcasa. Quiso mostrármela a través del retrato que me hizo hace unas semanas. Entonces creí verla por un instante… Sin embargo, en mis amaneceres aún no existen días de primavera. Más allá de mis cuatro paredes todo me parece una cloaca y la gente me importa poco pues de los zombis que pululan a mi alrededor solo necesito una cosa: sus almas. Y ahora debo salir a cazar. Tengo tanta hambre...



Las opiniones de los lectores verifican que es una novela imprescindible para cualquier lector.

Pueden adquirir el libro en formato digital pinchando aquí, por lo contrario, si quieres adquirirlo en papel, puedes comprarlo a través de la página de editorial FANES, por MD a @damadenovelas o por correo a elsilbidodelaserpiente@outlook.com

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miércoles, 22 de julio de 2015

Resort 5*



 No se lo podía creer.
—Pero si tienes piña natural, mango, aguacates y una deliciosa ensalada de langosta con frutos del mar.
—El truco habitual para engañar a los turistas…
—Mujer, el hombre barbudo de las puertas nos lo dejó bien claro.
—Ya sabes lo que pienso sobre la censura y las restricciones —contestó ella, agitando su melena cobriza.
—Hay ocho restaurantes temáticos y un vegetariano de lujo. Elije uno, el que prefieras, tienes a tu disposición cuanto de comestible hay en la flora y en la fauna… Pero por favor, Eva, otra expulsión no.
—He dicho que me comeré la manzana y punto.



Autor; Pedro P. de Andrés.
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miércoles, 8 de julio de 2015

El viejo ring

Ya no se nos oye hablar. Las únicas risas que quedan son la de algunos niños jugando en la calle. Eso sí, la tele de fondo  suena demasiado alta. Seguramente sea mejor, que algunas discusiones sin sentido, que acompañan casi todas nuestras noches. No recuerdo desde cuando hemos convertido el sofá que nos oía disfrutar como un paraíso en un viejo ring.

Míranos, dos fantasmas intentando no pensar, hundidos en pantallas. Yo la del móvil por si alguien me hace sonreír de nuevo. Tú la caja boba hasta que los párpados se quedan sin fuerzas. Y mañana, el vecino del cuarto, nos dirá que buena pareja hacemos. Y los dos sonreiremos. Mintiendo.


Autor: Defreds.


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lunes, 6 de julio de 2015

Una imagen en Sepia

Releyó por última vez aquellos trazos irregulares de tinta desvaída que había transcrito en las primeras páginas de su cuaderno, ajado por el uso. Hacía ya demasiados años, no recordaba exactamente cuándo. Sus anotaciones, a lo largo de su vida, habían devorado paulatinamente aquel bonito ejemplar, adquirido una lluviosa tarde otoñal en París. La recordaba como si le hubiese pasado hace unos días. Para protegerse del feroz aguacero, se introdujo en el primer establecimiento que encontró a su paso en la búsqueda desesperada de cobijo. Aquella vieja librería mostraba en un pequeño estante una rica variedad de cuadernos y plumas de los que se enamoró al instante. A pesar de que llevaba empapado el traje, se dirigió al dependiente que lo observaba perspicaz tras unas pequeñas gafas de concha. Sacó un arrugado billete del bolsillo e hizo que le preparase un paquete con varios de aquellos cuadernos. Le habían acompañado desde entonces. Volviendo al presente, deslizó suavemente su sarmentoso dedo sobre aquellos caracteres al tiempo que susurraba lentamente uno de los mantras que habían guiado su procelosa existencia. “Para todos los males, hay dos remedios: el tiempo y el silencio.” Paladeó el exánime sonido que sus labios pronunciaron.

El silencio, pauta obligada en su delicado oficio, se había convertido en su fiel aliado. Lejos de aquellos remordimientos de juventud, que le impelían a contarle a cualquier colega los desmanes que hubo de cometer para sobrevivir, hacía mucho tiempo que se había reconciliado con la prudencia. Por otra parte, el tiempo había terminado por soterrar muchas de las cicatrices de su espíritu, incluso aquéllas que estuvieron a punto de hacerle cometer alguna tropelía. Dumas tenía razón cuando escribió esa frase y, sin saberlo, había sido su secreto confidente y leal compañero de viaje.

Cerró el cuaderno y se deleitó contemplando la fotografía una vez más, posiblemente la última. Aquel recuerdo, inmortalizado en la imagen sepia que le había acompañado, muda y cómplice, durante las últimas décadas, sería lo último que sus gastadas pupilas contemplarían. Era su homenaje postrero a un tiempo que prefiguraba todo lo que había llegado a ser en su vida. No representaba un final rastrero para lo que había sido su azarosa biografía. Algunos colegas suyos no habían disfrutado de una despedida tan apacible y discreta. Por tanto, a fin de cuentas, se podía considerar un hombre afortunado.

Aspiró con delectación el áspero aroma que emanaba de la taza humeante que cobijaba entre sus manos. Para conseguir el resultado esperado había tenido que vaciar completamente la botella de elixir que guardaba celosamente en su armario en previsión de que su uso fuese necesario algún día. Ahora lo era. Las infusiones, desde su temprana juventud, fueron su perdición. Paradógicamente, esta última sería su salvación. Todo menos aguantar la molesta e indecorosa agonía que le aguardaba sin remisión alguna. Las olía y saboreaba con esmero y cariño. No había viaje del que volviese con las manos vacías. Siempre había un hueco en su pequeña bolsa para un paquete que contenía la más rara de las hierbas del lugar; algunas fragantes y con propiedades balsámicas, otras con sabores imposibles e inexplicables.



Amante de la escenografía hasta el final, se recostó plácidamente sobre la deslucida alfombra oriental que presidía su pequeño salón, recuerdo de uno de sus primeros viajes al continente asiático. Lenta y ceremoniosamente, se acercó la taza a sus labios y sorbió sin premura el tibio elixir aromatizado que le permitiría alcanzar la liberación. La imagen de la foto le devolvió una mirada cómplice mientras que, mansa y apaciblemente, se fue quedando dormido.



Autor: William Bakerville


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sábado, 4 de julio de 2015

El pueblo que sabía demasiado.

Cuando se tomaba una copita de anís del Mono doña Águeda veía el futuro con una clarividencia milagrosa. Lo que era de mucha utilidad para sus vecinos. Se presentaban en su casa con una botellita y salían sabiendo el porvenir. Cualquiera que consultaba sus cartas podía, con tranquilidad, despedirse de su padre años antes de que muriera, adular a conciencia al familiar que le dejaría su herencia en un futuro, superar sin excesivos traumas un garantizado divorcio o preparar con anhelo una infidelidad venidera. Aunque también hubo destinos  equívocos y equivocados. El de Marcelo, que se colgó de un balcón desesperado por los desaires de Adela, empecinada en el vaticinio de que nunca se vestiría de novia. O el de Tobías, que tuvo que matar al alcalde —de forma bastante sangrienta—a pesar de que nunca sintió ninguna animadversión por él. Es más, todo lo contrario.


Autora: Mar Horno.


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jueves, 2 de julio de 2015

Una segunda oportunidad

Ana contempla su imagen y sonríe frente al espejo. Acaricia con la mano sus arrugas pero no las cuenta, pues le parece absurdo preocuparse por algo que no tiene remedio. Sin sus gafas, su imagen no es nítida y eso es una ventaja. Ana es una mujer pizpireta y coqueta, pero la atractiva madurez serena que ha adquirido su rostro con el paso de los años y la inevitable presbicia, han hecho que se sienta bien consigo misma.
Hubo una época en que le preocupaban mucho sus arrugas y al segundo se arrepentía por haberse observado con tanto detenimiento y abandonaba el cuarto de baño con una mueca de disgusto que la acompañaba durante un buen rato. Dejó de preocuparse en contarlas cuando decidió acabar con la vida que llevaba. De eso hacía más de diez años. Aquel día se despertó antes de que la alarma del reloj anunciara el comienzo de la jornada y no halló a su marido en la cama. Le pareció que hablaba en el baño y acercó la oreja a la puerta. Charlaba con alguien, susurrando. "¿Tan temprano?", se dijo. "¿Quién se levanta a las cinco de la mañana para llamar por teléfono?" Ese día su esposo viajaba a Barcelona. Solía hacerlo a menudo por su trabajo aunque últimamente lo hacía mucho más. Oyó que él se despedía con un "estoy deseando verte, cariño", y la sangre se le heló en las venas. Se fue de puntillas a la cama para que él no la descubriera espiando. Se hizo la dormida y al cabo de muy poco sonó el despertador.
De regreso del viaje preguntó a su marido y él le confirmó que mantenía una relación con otra mujer. Se llamaba Miriam y era una compañera de trabajo. Tenía la frescura que dan los treinta y la complicidad de decenas de horas compartidas en la oficina. "Era inevitable que esto sucediera cuando el amor de los primeros años se ha agotado con la llegada del otoño. ¿Qué pueden hacer el hastío y la rutina contra la primavera?", pensó, justificando así lo sucedido.
Se quedó con la casa y con el utilitario y su ex marido se llevó la colección de música, las películas, un par de cuadros y poco más. Pero lo más importante es que se también se llevó sus ganas de volver a amar. "¿Cómo volver a confiar, cómo?"
Con cuarenta y dos años, tuvo de ver nacer al primer hijo de su ex marido (ellos no habían podido tener descendencia), lo que la sumió en una profunda tristeza. Se sentía vacía. Con una vida aburrida, poco tenía que esperar de lo que le quedaba por caminar. Perdida la esperanza, aquella consistía en trabajar, quedar de tarde en tarde con los pocos amigos que conservaba de su vida de casada y con algunos que se habían incorporado a la nueva, leer o escribir. No era dada a ir sola a los sitios pues estaba acostumbrada a salir acompañada. Un museo, el cine, o un simple paseo se le tornaba un reto complicado de superar.
Tres años después, Alicia, una compañera de trabajo, le anunció que entraba en el club de los divorciados. Se lo confesó serena y relajada pues, en su caso, fue decisión propia y esas, sin duda, eran más llevaderas que las decisiones en las que no se participa. Desde ese momento, la vida de Ana cambió radicalmente, al introducirla Alicia en su círculo de amigos singles. "Qué palabreja tan ridícula", se dijo entonces.
Entre los amigos de su compañera se hallaba un hombre de unos cincuenta, con buena presencia y mirada limpia, que le llamó especialmente la atención por su cordialidad y simpatía. Se llamaba Manuel y congeniaron enseguida. Un par de semanas más tarde, quedaron para tomar un café fuera de las salidas habituales del grupo. Tras varios cafés más y un par de comidas, finalmente la invito a ir a su casa. De eso hacía ya más de diez años.
Manuel aparece en el cuarto de baño y mira a Ana con una sonrisa en los labios. Ella sigue mirando su rostro y sonriendo, sin apercibirse de su presencia. Manuel la coge por la cintura y Ana da un respingo, se vuelve y le acaricia el rostro, dándole un suave beso en los labios.
- Deja de mirarte tanto, mujer, sigues siendo preciosa.
- ¡Si ya no puedo casi verme sin gafas, Manu!
- Querida, el tiempo pasa pero tú estás igual de atractiva.
- Es que me ves con buenos ojos.
- ¿Con qué ojos se mira  a quien se ama sino con los del corazón?
- Sigues siendo un poeta.
- Y tú una mujer hermosa. No lo digo yo, lo veo en las miradas de los hombres.
- ¿Celosillo?
- En absoluto. Me encanta que te miren. Ellos miran, yo acaricio...
- Eres maravilloso, Manu.
Manuel la atrae hacia él, acaricia su pelo y muerde suavemente sus labios. En efecto, la sigue viendo como el primer día: una mujer maravillosa. El tiempo pasa pero para ellos parece que se ha detenido.
- Lo sé, mi amor. Por cierto, recuerda que Clara y Edu vienen a cenar esta noche.
- No lo he olvidado, cariño. He preparado mi ensalada especial "Ana".
- Conviertes una simple ensalada en una delicatessen. No sé cómo lo consigues. A los chicos les encanta.
- Con piñones y jamón ibérico, ¿cómo no conseguirlo?
- Intuyo que van a contarnos algo importante. Clara estaba muy habladora. Cuando no para de hablar es que está nerviosa pero ilusionada. Me atrevería a decir que estaba loca de contenta cuando llamó para preguntarnos que si nos venía bien que vinieran a cenar a casa hoy.
- ¿Un nieto?
- ¿Qué si no?
- Un nieto, Manu.
- Nuestro nieto, Ana.
- Tu nieto.
- Nuestro nieto, mi amor. A mi hija te la ganaste y a mi yerno, también.
- La quiero, nos queremos las dos y cómo no ganarme a Eduardo si tu hija es tan inteligente y buena persona como su padre y supo elegir bien? Edu es un hombre extraordinario.
- Eligieron bien los dos, ¿no?
- Elegimos bien los cuatro.
- Ana, ¿crees que nos dará tiempo para sentarnos un ratito en el sofá y ver una peli antes de que vengan?
- Está todo listo, cariño. Sólo queda poner la mesa, que prepares tu crema especial para las tartaletas y poco más.
- ¿Y me mimarás?
- ¿Y cuándo he dejado de hacerlo desde que nos conocemos, Manu?
- ¿Y yo? ¿He respondido siempre a tus expectativas, cariño?
- Como los arco iris, mi amor, que brillan e iluminan. Los arco iris siempre cumplen con mis expectativas y me hacen sonreír cuando los contemplo. Son pura magia.
- ¿Vemos nuestra peli favorita, Ana?
- Claro, cariño, búscala y dale al play mientras voy a por patatas y un vinito.  Nos quedan dos horas de sofá y mantita.
- Te quiero, nena.

- Idem.


Autora: Aída del Pozo.

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martes, 30 de junio de 2015

No hay colores para todos: La historia de amor más breve del mundo.

Seis hombres se encontraban reunidos en una amplia sala pintada del verde más cálido, casi blanco, gracias al efecto de la luz que se introducía por los enormes ventanales. El lugar reunía todas las condiciones que la ciencia aconseja para favorecer una buena disposición de ánimo, circunstancia que oprimía especialmente el corazón de uno de los hombres sentados a una “mesa redonda”, que no era redonda del todo, ya que ni siquiera había mesa.
“Todos los problemas del mundo pueden solucionarse con el color apropiado, ¡Por qué no se le habrá ocurrido antes al ser humano! -Pensaba Héctor, mientras jugueteaba con el pañuelo que cubría la gran cicatriz de su cuello- Como estamos desconsolados, nos meten en una gran sala del color de la esperanza, ¡Y todo solucionado! ¿Pero por qué parar ahí? Pintemos las casas de los solitarios del color del amor, las cárceles con el del arrepentimiento, los congresos que sean color honestidad… ¡Pintemos toda África del color de la comida! ¡Y ventanas, grandes ventanas por todas partes! ¡Qué no falten las putas ventanas!”
La frustración que siempre acompaña a quien se ve obligado a hacer algo que detesta dominaba por completo el débil alma de Héctor, cuyas cicatrices no podían cubrirse con ningún pañuelo. Todo le resultaba irritante: La enorme sala verde, el círculo de sillas que parecía sacado de un drama americano de segunda categoría, la suficiencia que percibía en la mirada del psicólogo… Pero por encima de todo aquello, lo que realmente se le hacía insoportable era la voz de sus compañeros de terapia: Esas vocecillas lastimeras, que alternaban dolor e ilusión como quien mezcla whisky con cola. Los despreciaba a todos y cada uno de ellos, no había un solo átomo de su cuerpo que no sintiera repulsión hacia el más insignificante de los patéticos gestos que repetían una y otra vez, acompañados siempre de las mismas expresiones, tan repetidas como carentes de contenido. Y de entre todos ellos, al que más despreciaba era a sí mismo.
Llevaba ya más de una hora en la sesión a la que una resolución judicial le había obligado a acudir, la primera de una docena. Desde el primer minuto había dedicado sus escasas fuerzas a revolcarse entre el odio que inundaba todo su ser, odio del que reconocía ser el único objetivo, pero que cobardemente calmaba reflejándolo sobre todo aquello que le rodeaba. Por primera vez en toda la tarde, el silencio dominó la sala, e instintivamente, Héctor alzó la cabeza para encontrar todas las miradas puestas en él.
-¿Qué ocurre? -dijo, poniéndose recto sobre su silla, en actitud desconfiada.
            -Es tu turno -El psicólogo hablaba de forma pausada y serena, como quien se dirige a un niño. -Por ser tu primer día, te hemos dejado para el final; pero ahora debes contarnos por qué estás aquí, para que todos conozcamos tu historia.
            - Estoy aquí por lo mismo que todos, porque intenté quitarme la vida y ni eso supe hacer - Algunos de sus compañeros negaron con la cabeza, a lo que Héctor respondió con una agresividad que desentonaba claramente con la resignación que desprendía todo su lenguaje corporal. - ¿Acaso no es cierto? ¿Estaríais aquí si hubierais hecho al menos eso bien?
            -  No estás aquí para hablar de los demás, Héctor. - El psicólogo adoptó un tono autoritario- Esto es tan difícil para ellos como para ti, no vas a solucionar nada atacándolos. Cuéntanos lo que te sucedió y podremos marcharnos todos a casa, en caso contrario, se lo haré saber al juez.
La mención al juez hizo sonar una alarma en el desgastado entendimiento de Héctor. Era consciente de que si no conseguía una opinión favorable de éste, aun podía decretar su ingreso en un centro psiquiátrico, en donde le tendrían severamente controlado; así que decidió apartar por un instante el odio, e intentar ser la persona que recordaba haber sido, antes de que su mundo se convirtiera en un pozo de oscuridad.
            - Yo… lo siento - Dijo Héctor, con sincero arrepentimiento, mientras su expresión parecía volver a encajar en su castigado rostro-. Veréis, no se me da muy bien hablar en público, me pongo muy nervioso y eso hace que hable demasiado rápido, y confunda algunas palabras; por eso he escrito una pequeña historia en la que cuento el motivo principal por el que he terminado aquí. - Héctor sacó del bolsillo de su pantalón una cartera de cuero negra, y buscó en ella un folio plegado que inmediatamente desdobló- No le he puesto ningún título, pero se me ocurre que podría llamarse: “La historia de amor más breve del mundo”. - Héctor aclaró su garganta, y comenzó a leer -  Me enamoré de ella casi al instante de conocerla. Con el inexplicable convencimiento de la intuición, sentí que era todo aquello que siempre había buscado, todo lo que necesitaba para ser feliz. La tenía ahí… ¡Justo ahí! Siempre pensé que no existía, pero ahora la había encontrado. Podía saborear la felicidad futura, soñando con crecer juntos a la luz de un amor verdadero, que nos completara más allá de lo humano y lo divino; seríamos el sentido mismo de la existencia, la justificación de todo bien y mal, de la dicha y el dolor, causa y consecuencia de todo lo que ha ocurrido y lo que ha de ocurrir. Nada existiría en el universo que no pudiera abarcar y comprender en un segundo si ella estaba a mi lado, ofreciéndome su calor, iluminándome con su mirada. Por fin tenía la Vida al alcance de la mano, podía sentir como se introducía en mi cuerpo y me llenaba de luz, me convertía en un hombre nuevo, capaz de lograr cualquier cosa… Pero ella no sentía lo mismo.

El silencio dominó la sala por segunda vez aquella tarde. Héctor dobló el folio de nuevo y lo guardó directamente en el bolsillo, mientras el verde de las paredes desaparecía emborronado, para convertirse en un débil gris visto entre lágrimas.

Autor: Jorge Ramos.

Puedes visitar su twitter y su pagina web

martes, 26 de mayo de 2015

Defreds, el amor hecho literatura.


Hoy entrevistamos a Defreds, joven escritor que emerge con fuerza en la poesía española.



















1º¿Cuándo y cómo empezaste a escribir?

De pequeño me gustaba un montón leer, leía de todo, casi cualquier libro. Mi madre me traía siempre un montón de libros. Y también escribía casi en cualquier rincón en blanco, en servilletas, en las carpetas del colegio! Incluso cartas de amor, jaja.

2º¿Qué te inspira al escribir? 

Suelo escribir sobre cosas que me han pasado, o que me pasan. De chicas que he conocido o conozco. Y también de historias y vivencias que veo a mi alrededor. El día día de las personas en el amor. Con mejor o peor suerte.

3º ¿Qué escritores te han influido más?

Para empezar no me considero escritor, ni poeta, ni similares. Yo escribo cosas, cosas que me gusta escribir, sobre todo de amor, pero nada más. Gustan. Pero no sabría deciros la razón exacta. Supongo porque son cosas simples, y las cosas simples nos pasan a todos y puedes sentirte identificado con lo que lees. Eso si, soy fan de Stephen King, tengo todos sus libros en papel. Es un poco contraste, leo terror, escribo de amor.

Lo importante creo que es que nunca le digo que no a leer nada, me gusta leer, sea quien sea el autor.

4º Podemos comprobar que tienes miles de seguidores en las redes sociales, ¿a qué crees que se debe? 

Pues la verdad, supongo que es un cúmulo de cosas. Parte de ponerle muchas ganas, De escribir todo lo que me apetece sin miedo,  escribir cosas simples pero bonitas y también una pizca de suerte, un poco de boca a boca, te comparten por ahí, te recomiendan por allá y todo se suma.

5º ¿Cómo fue el momento en el que diste el paso a publicar? 

Bueno, tenía muchos textos cortos de todo este tiempo en las redes, y elegí lo que más me gustaba para formarlas en un libro. Y bueno, barajé varias opciones, incluso editarlo por mi cuenta. Pero al final me surgió la oportunidad en Frida ediciones, que es una muy buena editorial, y fue sobre ruedas.

6º Acabas de publicar tu primer libro, ¿qué nos vamos a encontrar en él?

Pues es un libro sin orden ni nada, Me gusta que no tenga orden, que cada página sea una cosa. Me gusta lo desordenado, tiene encanto.  Son textos breves, de una página cada uno casi siempre. Y principalmente son de amor, algunos de rupturas, de tristezas, de sensualidad. Y de describir chicas. Un poco de todo. El prólogo es del gran Diego Ojeda. La portada es verde y me encanta!


7º ¿Crees que las nuevas generaciones de escritores tienen posibilidades de ver sus obras publicadas?

Ahora mismo, tengo la sensación de la gente vuelve a leer más. Y eso es bueno, a mi me gusta que la gente lea, lo que sea, todo puedo aportar algo. Yo respeto muchísimo a quién no le gusta leerme, que cada uno lea lo que quiera.  Mucho mejor eso que horas muertas en la tele. Y si, creo que hay más oportunidades, pero igual que las hay, hay muchos más libros en el mercado. Todo depende. Lo que está claro es que las redes sociales son una herramienta muy importante, es una manera de llegar a sitios y personas que de otra manera sería imposible. Es muy bonito.


8º ¿Qué consejo le darías a una persona que empieza a escribir?

Es fácil, si te gusta escribir, no dejes de escribir. Lo que te de la gana. Escribir, escribir y escribir. Pero sin olvidarse de lo más importante, leer mucho.


9º ¿Cuál es tu aspiración como escritor?

Mis únicas aspiraciones son que alguna persona en algún rincón del mundo, lea un texto breve mío y diga : Me veo ahí. Y con eso creo que es suficiente. No me interesan las cifras, me interesa que exista gente que se sienta orgullosa, que se sienta identificada, aunque sea en un solo texto.

10º ¿Deseas añadir algo?


Simplemente daros las gracias por esta oportunidad de entrevista y mandar un besote a todo el mundo que me lee.  Voy a firmar en Madrid en la feria del libro. El jueves 4 de Junio en las casetas 128 y 129 de 19:00 a 21.00. El viernes 5 en la caseta 191 de 19:00 a 21:00. Y el sábado 6 de 12:00 a 14:00 en la caseta 303.


Para ver información y textos que cuelga en las redes Defreds, puedes seguirlo en sus cuentas de FACEBOOK y TWITTER.

Su libro, Casi sin querer, se puede adquirir en la web de FRIDA EDICIONES y en LA CASA DEL LIBRO



Entrevista realizada por Rubén Chiquito. (@rubenchiquito24 en twitter)

lunes, 25 de mayo de 2015

Tuya




Tuya...
Desde esta mente que enajena y enloquecida te llama a gritos en el delirio de la noche,
donde las sábanas claman sudores nocturnos y escalofríos nacidos de temblores profundos,
donde mi cuerpo quiere ser invadido y torturado.
Invasión de tu piel en mi carne,
de tu lengua en mi boca,
de tu placer endurecido en mi centro.
Torturado por ti,
con palabras que rasguen el cielo de mi boca,
con caricias que abran mis entrañas.


Tuya...
Desde mi cuerpo ardoroso y caprichoso,
dulce tormento es el tiempo de la espera,
que aviva mi deseo por ti,
 que enciende el fuego brotando desde dentro...
Donde pido a gritos liberarme en ti, contigo...
donde arquear el placer y chocar contra tu pasión,
donde arrasar sin piedad todo lo que soy y te entrego.


Tuya...
Desde esta alma mía que revive en cada encuentro de nuestras pieles,
allí donde quedas guardado hasta la próxima vez,
allí donde esperas mis quejidos para venir a envolverme,
allí dentro de mí...
... velando mis sueños.
... protegiendo mi despertar.
... caminando conmigo.


Tuya...
Desde alma, cuerpo y mente,
irremediablemente...











Haydeé


domingo, 24 de mayo de 2015

Obituario



En el cuarto del hospital -medito- miro el techo
blanco, poblado por un mísero foco, de luz amarillenta, pienso,

decepcionada, matando el tiempo
y en la cama de blancas sábanas
dibujo pensamientos
que viajan a otros tiempos

de carne débil y enfermiza, ni la sombra del pasado
la que siento
doliente hasta los huesos,
la piel como pergamino viejo
y el dolor que nubla la conciencia,
estrangula la esperanza; desintegra,
y mi alma se quiebra en mudo grito:

las penas rebosantes en los recuerdos
el arrepentimiento que ronda y se mezcla, abandonada,
y la vida y el amor y el pasado
ya parecen un cuento
digno de ser contado a los ingenuos
mezcla irónica,
emborracha al espíritu
a la hora de rendir cuentas
y de extraños sortilegios te pasa
y la vida como la mona
y el doctor apurado, escurridizo,
y el sentirme bien por ningún lado

debes hacer el tratamiento dijo persuasivo
antes de desaparecer
dejando el halo de su sonrisa dibujada
y su guardapolvo blanco
inmaculado
y los dolores no aflojan
y el corazón: ya no más
desgarrado
y los pasos de las enfermeras
rasgan la alfombra
y las pastillas de tantos colores
aturden mis ojos asustados
y el dolor que sigue a mi lado
¡como amante del brazo
caminando rumbo a su cuarto
de ida y vuelta, cientos de veces!

nadie recuerda
la mujer de pasado gris
que fui yo
que yo fui
pienso en el exilio
de los últimos años
y qué mala suerte:
soledad
tristeza,
de la vida
nada,
ni amor
ni sexo
ni vino
ni el humo del cigarrillo,
para nublar
el llanto

¡mi vida en el claustro!

como comprando el boleto
para entrar al cielo
o al infierno
y nadie sabe
por qué,
esta espera en la cama
del obituario de mañana
y esta cabeza despoblada
de cabellos que jueguen con el viento

sigo recostada y pienso.



Poema del libro “Sin óbolos para Caronte”

Ruth Ana López Calderón


sábado, 23 de mayo de 2015

Amo lo que soy



Amo lo que soy:
voz,
canto,
sonidos mezclados,
silueta y esencia
compuesta de afectos,
misterios,
secretos,
sueños,
encantos y desencantos.
Amo lo que soy
creación imperfecta,
oleaje y marea.
Aire, agua, fuego y tierra en mi encarnados.
Amo lo que soy
hija de la luna,
cambiante,
camaleónica,
única.
A veces cercana, a veces distante,
pero siempre plena.
Amo lo que soy
puerto y destino.
Sangre roja de ese río
que se desborda entre mis piernas.
Amo lo que soy
barro en mis propias manos,
darme forma
y pintarme de ideas.
Amo lo que soy
camino pronunciado,
caminante de la geografía que se me ha otorgado,
Ser navegante bajo mis ropas,
palparme, gozarme, conocerme toda.
Amo lo que me nombra
amo mi ser para hacer,
mi hacer para ser…
para ser lo que soy
mujer sin censura.


Verónica Nagore ©