Ya no se nos oye hablar. Las únicas risas que quedan son la
de algunos niños jugando en la calle. Eso sí, la tele de fondo suena demasiado alta. Seguramente sea mejor,
que algunas discusiones sin sentido, que acompañan casi todas nuestras noches.
No recuerdo desde cuando hemos convertido el sofá que nos oía disfrutar como un
paraíso en un viejo ring.
Míranos, dos fantasmas intentando no pensar, hundidos en
pantallas. Yo la del móvil por si alguien me hace sonreír de nuevo. Tú la caja
boba hasta que los párpados se quedan sin fuerzas. Y mañana, el vecino del
cuarto, nos dirá que buena pareja hacemos. Y los dos sonreiremos. Mintiendo.
Autor: Defreds.
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