jueves, 15 de enero de 2015

Desatadme, por Zeus

Fue estremecedor verlo intentar zafarse de las cuerdas. Con sus movimientos desesperados se dislocó un hombro y su cuerpo se cubrió de heridas sanguinolentas por el roce brutal de las sogas. Gritaba, o al menos eso creíamos nosotros, que nos había hecho poner cera en los oídos advertido por Circe, y sólo veíamos su boca cerrarse y abrirse como un pez que agonizaba. Estaba poseído, escupía espuma, nos miraba con los ojos desencajados y las venas del cuello hinchadas por la frustración y la ira. Se golpeaba la cabeza contra el mástil y se arrancó un trozo del labio enloquecido por la rabia de no poder soltarse. El canto fascinante de las mujeres pájaro, al pasar junto a la Isla de las Sirenas, zarandeó su cordura.
Cuando por fin dejamos atrás los arrecifes y la Isla quedó lejos en el horizonte, lo desatamos del palo mayor. Un Ulises roto cayó al suelo. Tenía mirada de loco, balbuceaba como un niño y se arrastraba como un animal acosado por la muerte. Deliró durante cuatro días y tres noches mientras nosotros curábamos con ungüentos las heridas del cuerpo. Él mismo, cuando se recuperó, se colocó el hombro en su sitio, en un embate contra el mástil donde estuvo amarrado. Nunca salió de su boca palabra alguna sobre lo sucedido. Repuesto el cuerpo pero herida el alma, cayó entonces en una postración extrema, en una apatía incomprensible para nosotros que lo habíamos visto luchar contra hombres, bestias y tormentas, como un héroe tocado por los dioses. La brisa del mar y el sol le devolvieron las fuerzas para luchar contra los monstruos Caribdis y Escila y aún tuvo arrojo para sobrevivir nueve días a la deriva en el mar y llegar a la isla de la ninfa Calipso. Cuando por fin, dejando atrás a los Feacios, llegó a Ítaca, el orgullo herido de marido puesto en entredicho lo aguijoneó para deshacerse de los jóvenes príncipes que acosaban a Penélope. Después pareció encontrar la paz junto a su esposa. Ahí acabaron las aventuras de Ulises.
Años después, demasiado achacoso para enrolarme como marinero, entré a trabajar de sirviente en la casa de Penélope y pude enterarme de que Ulises había zarpado hacía tiempo en un navío, dispuesto a estrellarse en los arrecifes de la Isla de las Sirenas, para encontrarse cara a cara con su obsesión, para buscar a su mujer ave, para hallar a Telxínoe y morir escuchando su canto prodigioso y maldito. Pero parece que no murió ahogado ni su cuerpo estrellado contra las rocas. Zeus, en un alarde casi irónico, y en honor a sus múltiples hazañas, se apiadó de él. Pero en vez de concederle a Telxínoe cuerpo de mujer y provocar la envidia de sus hermanas, lo convirtió a él en híbrido alado. Algunos rumores apócrifos apuntan a que vivió feliz y después de muchos años murió deleitado y arrullado por la dicción legendaria de su amor réprobo. Quizás feliz, sí, pero pájaro al fin y al cabo.

Foto de Piluka Mariscal


Autora: Mar Horno (@HornoMar)
Blog: Maremotos

8 comentarios:

  1. Qué gozada, hija. Da gusto leerte, sea basado en leyendas o inventado sin base que no se vivir. Me gustas mucho, tú, que diría la Dúrcal, pero mucho, mucho.

    Un abrazo, prima.

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    1. Tú opinión no cuenta, que eres de mi familia primo, jajajaj Un abrazo.

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  2. Chica, es un placer leerte en esta mezcla de descripción pormenorizada de lo que le ocurrió a Ulises (Homero te aplaudiría), con esa continuación fantástica que te has imaginado. Para mí es un estilo nuevo que te leo, y me encanta. No lo dejes.

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    1. Pues hace tiempo que lo escribí, bastante, cuando todavía escribía cuento largo. Igual es por eso. Un abrazo.

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  3. Por amor lo que haga falta incluso y sobre todo volar. Magn'ifico Mar.

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  4. Ostris, pues ha sido hermosa la descripción. Me ha puesto los pelos de punta!!

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    1. Muchas gracias María por acercarte a comentar. Me alegra mucho que te haya gustado. Un abrazo.

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