El
chinito Fu
Ya estabamos en la sobremesa de un asado
de domingo, en la quinta de una familia amiga. El sol de octubre pegaba fuerte
a esa hora de la siesta, a metros del río Matanza, pero la arboleda y la
cerveza fría nos protegian y ayudaban a mitigar los efectos de la temperatura.
Junto a mí estaba sentado Orlando, quién
sabedor de que a mí me gusta escribir historias, comenzó a contarme una.
-Cuando mis hijos eran chiqitos, yo tenía
la costumbre de narrarles un cuento en el momento de acostarlos a dormir. Como
soy de origen chaqueño, les contaba historias de los indios. Les decía que
había peleado con los indios, y que había recibido algunos flechazos.
Entonces, ellos me preguntaban, “¿y vos
qué hiciste?”
Y yo les decía que me había sacado las
flechas, y después había seguido peleando.
Otras veces les contaba cuentos clásico
como “Blancanieves”, ese tipo de cuentos.
Pero llegó un momento que se me acabaron
las historias, y justo por esa época en la televisión, que todavía era en blanco
y negro, apareció el dibujito de un chino. Muy simple, con el sombrero
triangular, los ojos rasgados, como un vestido corto, pantalón ancho y
chinelas. Entonces, empecé a inventar historias de ese chinito, que tenía que
rescatar a una princesa, y demás… Otras veces, mezclaba las historias de antes
con el chinito, metía al personaje del chino en las otras historias. Y un día
me preguntaron, “¿cómo se llamaba el chinito?” Y yo no sabía que responder. En
esa época, lo único chino que había era la serie Kung Fu. Así que, pensé, una
de esas dos palabras tengo que usar, Kung o Fu. Decidí llamarlo Fu.
Tomé un trago de cerveza y me dispuse a
escuchar la continuación de la historia. Orlando continuó narrando.
-Muchos años después, en mi trabajo de
plomería, agarré un laburo para una empresa en la que había tres chinos: José,
Alfredo y otro al que llamabamos Chinchulín.
Empezamos a hacernos amigos. Una vez pasó
un tipo pidiendo, y nadie quería darle nada. Yo le di dos pesos y le hice un
sánguche de pollo, que estábamos asando en la obra. Entonces el chino dijo:
“Orlando tiene buen corazón”.
El chino era buen hombre, casi inocente.
Los muchachos de la obra quería llevarlo con mujeres, le decían: “José, te
vamos a llevar con las minas”. Y el decía: “José no puede ir, porque si José
embaraza alguna, después ese chico va a crecer sin padre”.
Al tiempo le dije: “José, vos no viniste
acá a la Argentina
para trabajar como peón, vos seguro viniste para hacer algo más” Y su respuesta
fue: “No, José no tiene plata, José es pobre, los que tienen plata son Alfredo
y Chinchulín. Familia ahorró plata para que José venga acá. José tiene algo,
pero tiene que fijarse bien en que invertir, para no perder plata de familia”.
Otra vez le pregunté: “Che, José.
Llamarte a vos José es como llamarte numero cuatro o cinco, vos en China
deberías tener otro nombre”. Y él me dijo: “Mi nombre es… -algo así como Wan So,
no recuerdo que me dijo- y mi apellido es Fu”.
AUTOR: @Luciano_Doti
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