lunes, 16 de febrero de 2015

El retraso

En mi familia siempre hemos creído en mundos paralelos. Gracias a ellos sobrevivimos durante la Gran Recesión. Papá nos engañaba el hambre y la miseria con sucesos de personajes que vivían junto a nosotros pero a los que no podíamos ver. Todo un mundo imaginario que se colaba constantemente en nuestras vidas, se entremezclaba con ellas y nos protegía de la dura realidad. Si no había nada en la despensa era que nos habían saqueado los gnomos de las rocas, incapaces de cultivar sus propios alimentos. Si nos traía para comer alguna gallina escuálida que había robado, decía que era un obsequio del Rey Florián por algún servicio prestado. Si el tío Alberto había desaparecido, lo más seguro fusilado y enterrado en alguna cuneta, era que se había unido a las hordas del Gran Guerrero y estaba viviendo mil aventuras. Si volvía a casa después de dos días con un diente roto y magulladuras por todo el cuerpo era que los bandidos de la floresta le habían tendido una emboscada para hacerlo prisionero. Mi madre callaba y le dejaba hacer mientras cocinaba, lavaba con agua helada y remendaba una y otra vez los agujeros de nuestra ropa y de nuestros corazones. Un día de Nochebuena papá nos dijo que salía a buscar unos regalos y ya no volvió nunca más. Mamá, muerta de dolor, se sacó del estómago toda la podredumbre que había rumiado durante años y despotricó durante dos días con sus noches diciendo que papá había sido un soñador que no supo aprovechar ninguna oportunidad de la vida, un pusilánime, un iluso y un ingenuo incapaz de sacar adelante a su familia, y que él, y sus mundos paralelos, podían irse al infierno. A pesar de todo, nosotros siempre le hemos recordado con cariño. Hace una semana, después de cuarenta años, visitamos la destartalada casucha antes de venderla a una constructora y vimos aparecer a un hombre por el camino. Era papá. Vestía la misma ropa gastada con la que desapareció aquella Nochebuena, tenía el mismo aspecto de entonces y llevaba varios ostentosos paquetes debajo del brazo. Seguramente, el Rey Florián le había entretenido más de la cuenta con algún importante menester.

foto de Pilar Mariscal



Autor: Mar Horno (@Horno Mar)

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